La Luna de Madrid
Madrid ha cultivado una relación remota y reconocida de amor con los grandes mitos y dioses de la antigüedad. El ritmo de la ciudad, desde hace siglos, gravita entorno a divinidades como Cibeles, Neptuno y, sobre todo, el Sol; pero es realmente a la Luna a quien Madrid y los madrileños aman. Esta fascinación ancestral por la Luna se intensificó en la década de los ochenta, cuando la capital descubrió su noche y transformó su identidad. La Plaza del Dos de Mayo se convirtió en el vibrante epicentro de la vida nocturna madrileña, reflejada en la famosa publicación “La Luna de Madrid”. Hoy, este vínculo con la Luna inspira nuestra visión de la plaza: un espacio cálido y acogedor que invita al encuentro, revitaliza el pasado y observa expectante el futuro.
Diseño geométrico e inspiración histórica
Nuestra propuesta parte del diseño original de la plaza en 1879, reinterpretando sus formas en un conjunto de islas orgánicas, definidas con precisión geométrica. Esta solución permite una superficie accesible y fluida, respetando el Arco de Monteleón y la escultura de Daoiz y Velarde, al tiempo que mejora la movilidad y el uso del espacio público.
Un ágora urbano y contemporáneo
La plaza se concibe como un espacio de convivencia inspirado en referentes como la Piazza del Campo en Siena y la explanada del Centre Pompidou en París. Su topografía en suave pendiente crea una secuencia visual continua, sin obstáculos, que mejora la seguridad y permite diversos usos ciudadanos en un entorno flexible y dinámico.
Oasis de vegetación y sombra
El proyecto potencia la vegetación con especies autóctonas siguiendo la teoría de Piet Oudolf, generando un paisaje cambiante según la estación. Se respetan los árboles existentes y se incorporan nuevas especies bajo la regla de 1/3 de Humphry Repton, asegurando un entorno natural armónico. Un sistema de riego eficiente y superficies permeables favorecen la sostenibilidad y la integración ecológica.
Continuidad urbana y simbolismo
El corazón de la plaza será un tragadero inspirado en la arquitectura italiana, que además de resolver el drenaje, refuerza su identidad como un espacio de conexión con la historia y la ciudad. Círculos concéntricos en el adoquinado extienden su influencia a las calles adyacentes, consolidando su papel como punto de encuentro y referencia en Malasaña. Esta propuesta reinterpreta la Plaza del Dos de Mayo como una «Luna» habitada por madrileños y visitantes, uniendo tradición y modernidad en un espacio vivo, accesible y lleno de significado.
Arquitectos: Donaire Milans Arquitectos, Jesús Donaire, María Milans del Bosch. Paisajismo: Citerea S.L. Colaboradores: Carlos Pérez, Marcos Osés, Ana Renedo, Marta Esteban-Infantes.





